En este espacio, busco reflexionar sobre los aportes de los movimientos feministas a la desnaturalización del amor romántico y la construcción de diversos modos de vincularse afectivamente. En tiempos feministas, pensar al amor liberado de la lógica binaria patriarcal es imprescindible como lugar de resistencia y campo de batalla para nuestra revolución.
Los movimientos feministas, en estas últimas décadas, se transformaron en un modo de plantarse frente al mundo, de crear identidades y de generar un medio para la reflexión en todos aquellos aspectos del sentir-pensar-actuar que nos resultan opresores. Este desafío diario, tanto colectivo como subjetivo, no dejó por fuera a la tarea de desmantelar las lógicas patriarcales sobre las que los vínculos amistosos, familiares y amorosos se instauraron durante siglos. Gracias a la decisión feminista de poner en el centro a los afectos es que, actualmente, vivimos un cambio de paradigma cultural que supera ampliamente la mera cuestión filosófica sobre el tema. Los feminismos, desde su carácter desobediente e incontrolable, consiguen desandar el amor romántico, generando alternativas e inquietudes concretas en el territorio de lo cotidiano.
Me interesa pensar, en este espacio, cómo las narrativas creadas desde las diversidades sexuales ayudan a la construcción de imaginarios más amplios en torno a lo amoroso, que no son pensadas desde la pertenencia a la norma sino desde sus márgenes.
Como comienzo, me resulta necesario ubicar algunos principios útiles para la comprensión del amor romántico y la inferencia feminista en el terreno. Por un lado, el pensamiento romántico se fortalece a partir de ficciones claves de la historia como el mito bíblico Adán y Eva, de la tradición judeocristiana; Romeo y Julieta, de Shakespeare; y, entre otros, el cine yankee hollywoodense los cuales consiguieron perpetuar, en nuestros ideales, un sueño del héroe romántico ligado a lo imposible, obediente, utópico y machista. Podríamos decir que cualquier relato crea fantasías y deseos de realidad. La Historia Oficial utilizó estas narrativas como herramienta de adoctrinamiento para la fijación de un modelo de amor completamente regulado por las instituciones de poder. Como dijo Ofelia Fernandez durante una movilización de Ni una Menos, en 2018: “amaremos heterosexualmente, monogámicamente y por el resto de nuestras vidas o simplemente no amaremos.”. Esta imposición patriarcal heredada, esconde lógicas capitalistas de posesión que se sustentan en la intención de sostener la productividad económica por medio de la división sexual del trabajo y la reproducción biológica.
Los feminismos irrumpen, en esta coyuntura, con el fin de oponerse a la idea unívoca del amor contaminado por lo romántico, y por tanto, independizarlo de los mandatos institucionales (maternidad y matrimonio). En este proceso de deconstrucción y reconstrucción, se enraíza nuestra militancia por la posibilidad de elección sobre los vínculos afectivos, contrapuesta a la concepción patriarcal de que el amor “es lo que toca”. Elegir de qué manera, con quiénes, cuándo, cómo, bajo qué acuerdos y libertades construir lazos se traduce como la ubicación del deseo en primera clave de acción.
Vamos a repetir las veces necesarias que el amor es político porque estamos convencidas/es que tanto la esfera pública como el orden de lo cotidiano y privado son dos terrenos a politizar. Los feminismos nos ayudan a entender que la experiencia amorosa no tiene que ver, solamente, con la vivencia individual sino que hay lugares comunes que se entraman en lógicas a desnaturalizar. Entonces, ¿Qué es el amor, sino la capacidad de conmoverse y ser afectade por une Otre? Podemos decir que, siendo así, su construcción está atravesada por lo político, cultural y económico. En el punto en el que exista este pensamiento colectivo, el amor en tiempos feministas puede ser un potencial campo de batalla contra la violencia sobre nuestros cuerpos y los discursos del odio.
Si hay comunidades que, desde hace tiempo, supieron habilitarse a experimentar los terrenos de la sexualidad y el amor como lugar de resistencia son las disidencias. Desde el descentramiento de lo normativo, los colectivos LGTBQ+ parieron sus propias identidades, a la vez que crearon nuevos modos de vínculos afectivos despojados de lo binario, como el poliamor, el amor libre, las relaciones abiertas y la monogamia construida en otros términos. Estas formas de amar más libres, recíprocas y horizontales ayudan a dejar caer tanto la expectativa excesiva sobre une otre como su apego, por miedo a la pérdida. Es, finalmente, esta ganancia de libertad sobre la decisión la que logra hacerle jaque al poder como sistema opresor. Además de avanzar sobre esta dirección, los movimientos feministas continúan buscando que la identidad sea motivo de orgullo y transformación constante.
En particular, me gustaría compartir una noción específica que elabora una corriente, dentro del movimiento, denominada Xenofeminismo. El XF destaca la Mutabilidad constitutiva de los cuerpos, vínculos, identidades y procesos como capacidad emancipadora del orden sexual y de género. En esa potencia de transformación constante que habilita el pensamiento diverso, hay una salida al reiterado mandato de definirnos de manera cerrada, perdurable y vendible. Permanecer en las zonas de apertura, y no de fijación, posibilita la creación de vínculos amorosos sin la promesa de un futuro determinante.
Considero que un gran desafío presente es el hecho de continuar pensando y produciendo relatos amorosos libres, que puedan interpelarnos como lectores. Esas fantasías heteronormativas que logramos desarmar, dejaron un hueco posible a que sea ocupado por narrativas disidentes con imaginarios donde la experiencia sea centro. Siendo así, es posible reescribir el amor desde una ficción que produzca deseos de realidades más libres de ser vividas.
Para concluir: el amor en tiempos feministas. Este momento histórico nos permite pensar el amor una y otra vez para que la incomodidad cree diversos mundos posibles donde habitar(nos); pensar el amor como acto subjetivante, revolucionario y emancipador; pensar el amor para cultivar vínculos erráticos, imperfectos, reales que no busquen encajar en la forzada normalidad. El amor en tiempos feministas tiene forma de pregunta y reflexiona sobre la otredad, las diversidades, el deseo propio y de le otre y por una ética del cuidado. Por amores más amistosos y libres; deseosos y deseados, con más preguntas abiertas a porvenires que respuestas de un destino.
Gabriela Esses nos recomienda «Realidades» de Susy Shock.
«Es la poesía reunida de Susy Shock que se define a sí misma como artista transudaca. La autora escribe desde lo carnal, con humor, osadía y sensibilidad y logra conmovernos, con sus experiencias, a través de un universo poético necesariamente disidente.»
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