Día 1: la gota que revalsó el vaso.
El 18 de Octubre del 2019 miles de chilenos, chilenas, trabajadores, trabajadoras, profesores y estudiantes seguimos el ejemplo de secundarios que habían tomado la decisión de evadir el pago del metro desde el 14 del mismo mes, cuando el ministerio del transporte informó el alza en 30 pesos chilenos (0,036 USD) por cada viaje que realice una persona dentro del transporte público en la Región Metropolitana, dando como monto final 830 pesos (1 USD), exceptuando a los que tengan un pase escolar y/o universitario. Un precio bastante alto considerando que el salario mínimo en Chile es de 301.000 pesos (358,85 USD).
Ese 18 de Octubre en un par de horas se originaron concentraciones masivas fuera de la mayoría de las estaciones de metro de la Capital y por consecuencia en las calles cercanas a estas. El enfrentamiento entre policía y manifestantes siempre ha sido parte de las marchas en Chile, sin embargo esta vez fue distinto, fue mucho más masivo, con más rabia y más descontrolado.
¿De dónde viene esta rabia?
Pero me parece difícil no tener rabia si en un país que tiene una costa de 6.435 Km, hay 7 familias que tienen el 76% de la capacidad pesquera industrial del país, y no lo realizan de la forma más sustentable que digamos, me parece difícil no tener rabia si en la Universidad de Chile, que es supuestamente la única universidad estatal en Chile (sí, solo hay una) cobra 4.343.900 pesos Chilenos anuales (5180 USD) a un estudiante de derecho, siendo el promedio del costo de esta carrera en todas las universidades del país 2.916.500 pesos (3477 USD), me parece difícil no tener rabia si el promedio de la jubilación de una mujer que ahorró en el sistema de AFP (sistema que es privado y obligatorio para cualquier Chileno/a) haya alcanzado en Marzo de este año en promedio los 192.000 pesos (229 USD). Ni hablar del bajo apoyo estatal a las entidades culturales o deportivas del país ni de la paupérrima entidad que se hace cargo de los menores de edad frente al poder judicial, el famoso Servicio Nacional de Menores (Sename), que cuenta con incontables testimonios que describen a este lugar como una verdadera cárcel de miles de niños.
Muchos podrán pensar, y con justa razón, que a pesar de todos estos abusos, salir a descargar odio y furia a las calles no conduce a ni una parte, que si nos vamos a poner a armar una guerra en todo el país estamos alejándonos de lo único que nos diferencia de los animales (supuestamente), el uso de la razón. Los seres humanos tenemos la facilidad para expresar por medio de la palabra una infinidad de términos, que nos llevan a describir ideas y que si expresamos estas ideas de manera clara y ponemos atención a quién nos responde, probablemente encontraremos una postura media, que nos llevará a formar acuerdos.
He ahí el problema de nuestra democracia.
Oídos sordos.
Durante los últimos 30 años han existido incontables manifestaciones para llamar la atención de la clase política con respecto al mal funcionamiento de la salud pública, el alto costo del transporte público, la extrema privatización (y por lo tanto lucro) de la educación secundaria y universitaria, la nula conciencia del cuidado de nuestro medio ambiente (es realmente angustiante leer semana a semana diversos artículos de como producto de la contaminación de aguas por parte de la industria minera, tala de bosques nativos por partes de forestales, quema de centenas de kilómetros todos los años, se secan más ríos, desaparecen más lagunas y se extinguen más animales, algunos únicos en el mundo) y por último y no menor en contra del sistema de pensiones de los adultos mayores, marcha que en el año 2017 contó con alrededor de 800.000 asistentes en la ciudad de Santiago (que tiene una población total de 5.614.000 habitantes.
¿Cuál ha sido la respuesta del estado? Absolutamente ni una, los precios del metro siguen subiendo, la salud y educación pública es cada vez más precaria y los adultos mayores reciben las mismas pensiones que antes. De ahí viene la frase que se transformó en la bandera de lucha de esta revuelta social “no son 30 pesos, son 30 años” (esto sin contar los 17 años anteriores de dictadura). En Chile se perdió la capacidad de diálogo con el estado, que no supo escuchar aunque le gritaran en la cara que “El oasis de Sudamérica”, en palabras de nuestro presidente, no estaba tan bien como creían.
La respuesta del gobierno.
El nivel de violencia que recibió la población durante todos estos años, fue devuelto a partir del 18 de Octubre. Quema de estaciones de metros, de autos, múltiples barricadas, rayados en edificios emblemáticos aparecieron este día por parte de una masa verdaderamente fuera de control.
Ya que el cuerpo de la policía Chilena no estaba capacitada para controlar una masa así, a la máxima autoridad del país se le ocurrió la brillante idea (el 19 de Octubre) de declarar estado de sitio y sacar a los militares a la calle. Así es, el presidente de la nación convirtió una revuelta social en una guerra civil. Con sus acciones y también sus palabras, diciendo un día después de sacar a los militares a la calle “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia sin límite”.
Piñera sacó a la calle a personas preparadas para ir a una guerra, donde el objetivo es asesinar al bando contrario y no dispersarlo o llevarlo detenido. Como era de esperar, esta acción no hizo más que darle más motivos a esta población furiosa para ir al choque, creo yo que con bastante influencia de un trauma de la dictadura que se impuso en el país entre 1973 y 1990.
Como era de esperar, luego de algunos días comenzaron investigaciones sobre el respeto de los DDHH en Chile por parte de organizaciones a nivel nacional y también por parte de la ONU, que lamentablemente no comenzaron antes de que se mancharan las calles con sangre.
Después de que los militares salieran a la calle la violencia en Chile no ha parado de crecer. Por parte de los civiles que salen a la calle y por parte de las fuerzas de orden público (Carabineros de Chile). De forma física e ideológica. Crece la polarización y odio entre clases, que ya se encontraban bastante distantes antes del 18 de Octubre.
Día a día en la zona cero (ex Plaza Italia/Baquedano, nueva Plaza Dignidad) se viven enfrentamientos entre civiles y carabineros de Chile. Por un lado tenemos una masa que se arma con piedras, hondas y en excepcionales ocasiones con un fuego artificial u otro elemento explosivo. Por otro lado tenemos un cuerpo organizado y abastecido de bombas lacrimógenas (que no son siempre utilizadas para dispersar a la masa, en ocasiones van dirigidas directamente a los cuerpos de las personas), carros lanza agua, carros lanza gases, verdaderas armaduras para cubrir los cuerpos de los carabineros y hace no tanto tiempo escopetas con “perdigones” que luego de ser analizados se descubrió que tenían 80% de plomo (verdaderas balas), que fueron prohibidos, sin antes de dejar a más de 430 personas con pérdida ocular.
Hora de reconstruir.
La violencia crece y con ella el odio también. Clases sociales que ya estaban bastante separadas ahora realmente se quieren matar. Los pobres son más delincuentes que antes y los ricos más abusadores y ladrones, el otro pasó a ser más otro. Nuestras universidades están “movilizadas”, pero la verdad es que considero que no hacernos cargo del privilegio que es tener un espacio y material para aprender y complementarlo con la lucha en la calle es netamente un estancamiento, cada día el dólar sube más y se pierden más empleos porque estamos cegados por el deseo de seguir luchando, por el deseo de pertenecer a la historia, por el deseo de decirle a un hijo o hija “yo estaba en la calle luchando por la dignidad”.
Tal vez ya nos hemos hecho bastante daño y es tiempo de intentar construir. El 26 de Abril habrá un plebiscito para aprobar o rechazar un nuevo proceso constituyente, y en la misma votación se decidirá (poniéndose en el caso de que gane el apruebo) si la convención que articulará la nueva carta magna será constituyente (100% ciudadanía fuera de cargos políticos) o mixta (50% ciudadanía y 50% senadores/diputados). Es momento en ponernos a pensar que se está iniciando un nuevo proceso, que hay que informarse sobre quienes quieren participar de este proceso constituyente (Según la última encuesta de pulso ciudadano de Activa Research el apruebo tiene un 85,5% de los votos) hay que leer cuales son las prioridades y manifestarlas, pero no desde la rabia.
Tenemos la oportunidad de construir un nuevo Chile y para eso debemos tomar con mucha cautela nuestras decisiones, no se le puede entregar el voto a cualquiera, no podemos seguir alentando a gente porque su discurso suena bonito, no nos podemos permitir dejar de escuchar a gente porque piensa diferente a nosotros, por el contrario debemos escucharlas con mayor atención para darnos cuenta en qué punto es que pensamos distinto y en cuales nos asemejamos o incluso darnos cuenta de que estamos de acuerdo en cuestiones que no veíamos compatibilidad.
Es el tiempo de un nuevo Chile, pero el cambio empieza por nosotres y empieza hoy.
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