Cruzando el charco, todo igual

Las redes sociales pobladas de opiniones disparadas al aire son la cuna de una actitud social que tiende a encerrar a cada quien en su propia burbuja ideal. Para algunes, leer únicamente opiniones afines a su pensamiento; para otres, adentrarse en debates inconsistentes. ¿Es esta la nueva herramienta anestesiante de la sociedad? En tiempos pasados, el miedo al infierno, la angustia del pecado. Hoy, el descargue vía red social que neutraliza las ideologías contrahegemónicas.

Nuestro tiempo actual, tecnológico e hipercomunicado, trasciende las fronteras internacionales e interculturales. Un presente globalizado que nos acerca tanto que el territorio, en donde antes existían -distanciadas- diferentes culturas, se achica a tal punto que ya no caben aquellas multiplicidades y diversidades. Sólo queda espacio para una, la hegemónica; y para las que quedan por fuera, el desafío de intentar persistir sin volverse apéndice de lo hegemónico.

La multiplicación de lazos que conectan los polos del universo de lo humano -ya sea territorialmente, económicamente o culturalmente- generan una inevitable, progresiva y desigual homogeneización cultural. Las diferentes territorialidades, que antes se ejercían casi aisladamente, ahora deben adentrarse en una puja de poder entre los Estados e ideologías que han logrado imponerse y las que luchan por permanecer.

La globalización, en un mundo capitalista, se rige sobre la lógica de jerarquizar un pensamiento por sobre los otros. Instalar una verdad universal que se imponga como la única legítima. 

Aquí la cuestión paradójica y compleja de la globalización: mientras tiene una tendencia abarcadora e incluyente, esta se da en conjunto con la desigualdad material de las distintas ideologías y culturas. Y como consecuencia, en la libre competencia, la ideología y cultura dominante siempre van a terminar arrasando las expresiones diversas, relegandolás a una posición de alternativas y disidentes. 

Un caso evidente son los medios de comunicación y la construcción opinión pública. Cada paso que dió la tecnología en el último siglo significó que en muy poco tiempo la dinámica de la sociedad se viera alterada inevitablemente. En principio, la creación del telégrafo y luego el teléfono aportaron la primicia de la posibilidad de que la información viaje sin necesidad de que sea de manera física. Posteriormente, la televisión, la radio y la transmisión en vivo fueron factores determinantes para la llegada de la información de una punta del mundo a la otra de manera instantánea, rompiendo la barrera del espacio y tiempo que antes limitaba la llegada de la información a distintas partes. Lo trascendente de la creación del internet, la computadora personal y el celular con acceso a internet es el involucramiento de toda la población en aquel flujo de información. El acceso a la voz en la televisión es tan reducido como elitista; en cambio, las voces en internet -si bien sería erróneo negar la evidente desigualdad de llegada entre los diferentes medios a la gente- son mucho más variadas, heterogéneas y además, personales. 

Los debates fervientes vía redes sociales, las cadenas esparciendo mensajes políticos, el acceso instantáneo a información y el nivel de hiperconexión deberían fomentar a una sociedad mucho más involucrada y comprometida con la realidad política, pero por el contrario, se observa una sociedad sino más, igual de tolerante que en tiempos pasados. Es posible que la sobreinformación genere más debate que en tiempos pasados sobre temas políticos pero se da en un código anestesiado.

Mientras la tensión por imponer La verdad se daba en el territorio concreto y geográfico, la oferta era limitada y, por lo tanto, valiosa. Si la oferta es ilimitada, como lo es con internet, su valor decrece; por ende, que las voces contrahegemónicas existan en internet no es tan valioso como que tengan un real peso en el territorio concreto.

A diferencia de la territorialidad concreta donde el espacio es limitado, en internet “todos tenemos voz”, hay lugar ilimitado, por lo tanto, no hace falta combatir las opositoras, sino expandir las propias. 

La puja del poder dominante por permanecer como la única voz siempre continuará, pero en un mundo donde el territorio ya no es limitado y siempre hay posibilidad de seguir creando más territorio, ya no es tan peligroso que exista una voz contrahegemónica, mientras se puedan triplicar las cantidades de voces hegemónicas que son escuchadas.

El desafío en nuestros tiempos, para les que no nos sentimos cómodes en este sistema que parece ser cada vez más a prueba de balas es lograr, verdaderamente, el peso político necesario para ser escuchades.

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