Obras de Sofia Spinnato, Sebastian Pardo y Daniela Ojeda
El cuerpo recuerda, tiene memoria. La memoria que ya sabemos, la del cerebro. Pero también tiene otra memoria: la sensorial, la de los olores, la de los sonidos, la de la piel. Hay una memoria que pasa por el cerebro y una -imposible de olvidar- que pasa por el cuerpo. Si estás borracho y no sabés en qué calle estás, igual llegás a tu casa.
El cuerpo no es solo lo que se ve. Eso muestran estas obras.
El cuerpo, compañero constante, nos da pistas de lo que está por venir y de lo que ya no está.
En un principio, un cuerpo no sabe cómo moverse; entre caídas aprende a caminar; un día, sin saber muy bien de qué manera lo aprendió, corre; y en un final, no puede caminar sin ayuda. Pero recuerda todo.
Recuerda la sensación de la sal en la piel después de haberse metido al mar y la libertad de poder bailar sacudiendo el cuerpo al ritmo de la música y la ilusión del silencio que llega al mirar un atardecer.
El cuerpo puede estar en presente. Sin presente no hay cuerpo. Y sin embargo, existen los cuerpos ausentes y los que en su ausencia están: por medio de sombras, de aureolas y de trazos. Eso también muestran estas obras.
El cuerpo presente, ausente: en movimiento.
Texto por Delfina Gonzales Chaves, Gabriela Eses y Lucía Erijimovich
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