Nuestro ejercicio de inventorxs

Estamos por empezar la décima semana de encierro y recién ahora pude sentarme a escribir. Hay muchos temas de los que es importante hablar desde la política pero me tomo el atrevimiento de, por lo menos hoy,  dejarle lo informativo y coyuntural a otros medios y tomar este espacio para pensar políticamente nuestro propio ser. Nuestros cuerpos y su politización: ¿qué es lo que pasa y lo que no pasa estando en cuarentena? Puede ser interesante pensar al cuerpo como territorio. 

Territorio es aquel espacio que requiere un constante esfuerzo para establecerlo y mantenerlo. A ese esfuerzo se lo puede llamar territorialidad, que no es solo el control de un área sino también un intento activo de influenciar, afectar y controlarla. Así, el territorio y la territorialidad pueden ser palabras e ideas que nos ayuden a pensar la capacidad que una persona tiene para construir su propio cuerpo: la agencia que podemos tener. 

Si el cuerpo puede ser una forma de territorio entonces existe la posibilidad de que la capacidad de definirse sea fluida y no siempre autogestada, de alguna forma esto podría ser la cultura y la vida en sociedad.  Por eso, los territorios – y el cuerpo- son objetos políticos y politizados: si la territorialidad es fluida, distintos agentes entrarán en disputa por su dominio.

Entonces, definir la subjetividad propia necesita una posición activa de nuestra parte. No es sin esa posición activa que podemos lograr definirnos porque aún  teniendo agencia sobre nuestro cuerpo, la compartimos con otros agentes con poder. El construir nuestra subjetividad es en tensión con otros intereses.

Siempre  lidiamos con la  búsqueda de nuestro propio cuerpo y ahora lo hacemos sabiendo que nuestro cuerpo físico tiene un confinamiento sin precedentes.

¿Qué es lo que no pasa ahora que estamos aisladxs? ¿Qué es aquello que nos hace sentir que nuestra vida está en pausa?

El no-encuentro diario con cuerpos ajenos cambia algo de nuestra propia singularidad. O mejor, el encuentro cuerpo a cuerpo pone en acción la construcción de lo personal.

Se le llama “distanciamiento social obligatorio” pero tiene mayor forma de “distanciamiento físico obligatorio”. Existe la responsabilidad social de sostener un distanciamiento físico para aplanar la curva de contagios pero (ojalá) no deje de lado nuestra responsabilidad política de no distanciarnos en términos sociales. Ni de nuestro entorno ni de la comprensión de que la ciudadanía sigue existiendo, aún confinadxs en nuestras casas. Tampoco resignemos la búsqueda de nuestra construcción personal.

Tal vez, el aislamiento social y físico nos de una experiencia corporal sobre la importancia del encuentro real con otros cuerpos. Lo físico y material como condición necesaria de lo subjetivo y simbólico.

Si la territorialidad está ligada a la tensión y el cuerpo lo podemos pensar como territorio, tal vez, la disputa entre los distintos intereses que rigen nuestros cuerpos es lo que nos mueve a construirnos, a inventar la persona que somos. 

Capaz, aprender a vivir confinadxs también tenga que ver con encontrar el deseo de seguir construyendo la propia territorialidad. Hacernos cargo, en palabras de Susy Shock, de nuestro ejercicio como inventores. 

¿Cómo inventar nuestra singularidad aún en cuarentena?

La fuerza del contacto social impacta nuestra existencia singular. Poder transitar un aislamiento deseante no tiene que ver con negar la fuerza de lo social sino con no entregarle la totalidad de nuestra agencia.

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