Sigue siendo la escuela

A la escuela la pensamos y se la piensa constantemente. Se la defiende, se la critica y se la construye todos los días. Hoy, por primera vez, escribo sobre la escuela en vez de vivirla desde adentro. Escribo sobre la escuela porque aunque se la estudie y piense en lo cotidiano, hoy se necesita con mucha más urgencia que en otros contextos.

La pandemia puso a la orden del día una transformación no solo inmediata y de imprevisto, sino también hacia un rumbo que no parecía ni parece deseable. Pero la realidad es que no había mucha opción: si no se transformaba, perdía posibilidad de acción. El aula presencial no está dentro de las posibilidades actuales.

En este nuevo escenario lo principal pareciera, en principio, mantener la presencia en la vida cotidiana de les estudiantes. La virtualización de la educación, en este contexto, es una apuesta por sostener las funciones pedagógicas y sociales.

El sistema educativo es muy amplio y diverso y en su interior hay muchísimas versiones de esta nueva educación en pandemia. Podemos preguntarnos qué función y objetivo tiene en tiempos de pandemia una educación a distancia.

Pero antes: ¿por qué es importante que la escuela se adapte a la coyuntura?,  ¿por qué es importante que siga existiendo en momentos de emergencia?. O sea: ¿por qué no suspender las clases hasta que se pueda retomar el aula?

A grandes rasgos elijo dos razones: no se puede perder el año y tampoco es conveniente pasar una cuarentena sin la escuela presente en el día a día de les estudiantes.

La escuela, como toda organización, abarca muchos objetivos y funciones sociales. Desde la formación académica hasta roles extra-académicos: genera rutina, enmarca y contiene en distintos niveles y formas. 

Una de las funciones centrales de la escuela es lograr una rutina que genere un orden en el día a día de les estudiantes.  Si bien es claro que la rutina escolar en pandemia se vió alteradísima, también fue una de las principales razones por las cuales virtualizar la educación. Más allá de las formas específicas, la rutina en sí y su capacidad de estructurar son fundamentales. 

Otra característica central es el arraigo social de los espacios educativos: son ámbitos que se enraizan en muchas esferas de la vida. No solo es importante lo académico -que ya en sí es importantísimo- sino que fundamentalmente importa todo lo que se da alrededor del aprendizaje. El acompañamiento pedagógico, el ser un espacio aparte del ámbito familiar, la grupalidad y, en muchos casos, hasta significa la posibilidad de comer.

Estas cuestiones -entre otras- hacen indispensable que la educación haya transformado y siga transformando su modalidad, manteniendo su funcionamiento aún -y fundamentalmente- en la coyuntura de emergencia social y sanitaria.

Ahora sí, pienso en la transformación a la que se enfrentaron las instituciones educativas.

La pandemia y aislamiento social obligatorio pusieron en jaque el funcionamiento cotidiano de las actividades de enseñanza. En este contexto, se tuvo que transformar la modalidad de cursada. Esto quiere decir que, además de decidir qué dinámica virtual utilizar, también fue y es indispensable recordar -y reformular, en algunos casos- los valores fundamentales de los que se sostiene el pacto educativo en el aula.

Tal vez, esto signifique, en principio, priorizar el rol de la escuela como estructura y orden durante el caos social. El aula como espacio de acompañamiento pedagógico y afectivo a les alumnes. Y solo después, sobre ello, poder montar el rol académico de la escuela, aun a distancia.

Sería muy apresurado dar como asegurado que la dinámica de las instituciones educativas tradicionales se vaya a ver alterada post pandemia. La transformación a la virtualidad se dió por y para la emergencia social y sanitaria. De todas formas, es muy posible que esta experiencia deje reflexiones que fomenten algún tipo de reforma. El sistema educativo ya estaba en crisis antes de la pandemia y, en este contexto, esa crisis se profundizó. 

Es necesario que la educación use sus propias herramientas y logre estudiarse a sí misma. Durante la pandemia y post pandemia pero también a largo plazo.

Todavía no hay mucho que podemos decir sobre el futuro, pero sí podemos empezar a reflexionar sobre la gestión de la transformación actual. 

Una institución formal como lo es la escuela, actualmente se ve despojada del espacio en el cual ejerce su poder. La forma física y estructurante de su funcionamiento son centrales. Por eso, este cambio a la virtualidad exige una reconfiguración de sus formas de involucrarse en la vida cotidiana de sus estudiantes.

Trasladar el aula a un modo remoto seguramente signifique  un intervalo en el que las formas del pasado ya no puedan funcionar y las nuevas propuestas aún no funcionen del todo.

Tal vez, comprendiendo que la virtualización es tan solo una solución en emergencia, la construcción de los valores del aula virtualizada tenga que ver con recrear la dinámica de la presencialidad sin estar en el espacio físico; y no tanto con una transformación radical del aula.

El sistema educativo no está replanteando su dinámica, por lo menos no de esta forma. Está buscando la forma de mantenerse a flote hasta que su forma habitual – o alguna variante muy parecida-  vuelva a ser posible.

Qué está pasando y qué va a pasar. Cuidar y defender la educación para algunes siempre es prioridad, hoy tiene que serlo para más.

La escuela virtualizada es una escuela transformada pero sigue siendo La Escuela y solo puede serlo si, además de pensar en sus estudiantes, se piensa a si misma.

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