Para las mujeres o cuerpos gestantes tener una relación sexual con penetración vaginal es “perder” algo. Literalmente, así le dicen “perder la virginidad”. Si con la menstruación y la extraña manera de reaccionar que suelen tener nuestros parientes no era suficiente para aceptar ese rol de “mujer”, cogés y ya no volvés a ser una niña nunca más.
O eso es lo que nos instalaron. Tenemos un montón de conceptos instalados de lo que se trata tener relaciones sexuales por primera vez: por ejemplo la idea de que si tenés un cuerpo gestante (a pesar de que la ciencia ya demostró lo contrario) es necesario tener un sangrado vaginal y atravesar una experiencia dolorosa y probablemente traumática durante y después de la primera penetración. La idea de que es tarea y obligación de los varones “desvirgarnos”. La idea de que el varón no tiene que ser virgen (o por lo menos no hablar al respecto) y la mujer sí, aunque sea un tiempo. La idea de que existe un tiempo (determinado por el grupo social en el cual te manejas) en el cual “está bien” o “está mal” ser virgen. Es cool o es raro; sos una pendeja trola o una vieja que se le pasó el tiempo. Lo más peligroso de esto es que todos los grupos tienen líneas temporales virginales distintas: mi familia no tiene la misma opinión que mi grupo de amigas respecto a cuando debí dejar de ser virgen; lo que es exhaustivamente común a todos los grupos es eso: todos parecen tener una opinión sobre cuándo y cómo debe ser nuestra primera relación sexual.
Esta exposición social no consentida ni consultada genera miedos, inseguridades y prejuicios a la hora de decidir (si podemos decidir) que queremos tener “sexo” por primera vez. Y nos enfrentamos a un primer encuentro sexual íntimo de una manera totalmente desconectada de nuestros cuerpos, de nuestra sexualidad, de nuestros genitales, de nuestras maneras de atravesar el dolor, de nuestras decisiones propias sobre qué queremos, de nuestro deseo y sobre todo de nuestro placer.
En ninguno de los relatos de mujeres que escuché a lo largo de mi vida sobre “la primera vez” (créanme, son muchos) aparece ni siquiera la posibilidad del disfrute.
Tener la primera relación sexual siendo mujer es bastante una mierda. Pero ¿de dónde vino todo eso?
La definición “técnica” de virginidad aplicada a personas es algo así como el estado en el que se encuentra el cuerpo de la mujer y del varón antes de mantener relaciones sexuales con penetración. Pero es difícil definir técnicamente un concepto tan abstracto que se forjó sobre una necesidad económica y a través de un discurso de fé.
¿Qué necesidad económica? En la etapa neolítica, cuando las comunidades humanas logran empezar a acumular producción, es decir, a generar un excedente, de distintas formas a lo largo del mundo y mediante un proceso para nada lineal; las maneras que tenían estas comunidades de relacionarse cambian por completo. Entre esos cambios, se empieza a generar la posibilidad de dejar algún tipo de herencia a las generaciones futuras. Es a partir de esto que se crea la existencia del sujeto social “hijo” que existe a través de, lógicamente, un encuentro sexual con penetración entre una mujer y un varón. Ahora, claro, en el neolítico no existían pruebas de ADN ni maneras de comprobar que el bebé que salía del vientre de la mujer era necesariamente del varón (ahora padre) que lo estaba esperando. Por lo tanto, la manera más efectiva de comprobar que el hijo al cual el padre le dejaría una herencia era que la mujer con la cual el padre mantenía relaciones sexuales, no las hubiera mantenido con ningún otro varón. Y esto se comprobaba a través de la famosa “ruptura de himen” Ahí entra la necesidad económica de que la mujer sea virgen.
¿Cuál es el discurso de fé? Antes de explicarlo, si fuera políticamente correcta diría que no tengo nada en contra de la Iglesia católica pero la realidad es que tengo muchas cosas en su contra así que me remito a ser lo más verídica posible. Desde su nacimiento, el catolicismo y sus maneras de predicarlo funcionan como sostén de los distintos sistemas económicos que transitamos a lo largo de la historia de la humanidad. La virginidad no quedó para nada exenta: de hecho una de sus celebrities más reconocidas y renombradas hasta la actualidad lleva esta palabra en su nombre (La Virgen María). Es el catolicismo el que impone la idea de que para tener una conexión espiritual amorosa y positiva con un varón hay que conocerlo sin haber tenido relaciones sexuales con otros. Ser virgen es ser pura, un lienzo en blanco que muchos varones ansiaran pintar pero solo un elegido tendrá esa oportunidad.
PUAJ.
Necesitamos conectarnos de nuevo con lo que somos y lo que deseamos; no con lo que es, desea un sistema de producción o una institución religiosa. Necesitamos coger siendo nosotras y no todas las voces que nos atormentan el pensamiento.
Empecemos por aceptar que la virginidad ya no va más. Que no existe un estado de pureza previo a coger y uno de impureza en el post. Que la sexualidad no empieza cuando te coge un varón, que empieza desde que nacemos y que somos nosotras, progresivamente desde que tenemos consciencia las que tenemos que tener la primera y la última palabra al respecto. Que nuestra sexualidad no gira alrededor de un falo. Que si lo decidimos podemos jamás mantener una relación sexual con un varón. Y, si lo decidimos, que tener relaciones sexuales con penetración por primera vez no es perder nada; es abrir un nuevo camino de experiencias y situaciones que involucran nuestro cuerpo y el de otres y que tienen que vivirse a partir del deseo porque, por sobre todas las cosas, las mujeres necesitamos y tenemos el derecho de disfrutar el sexo.
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