Tras el colapso

Me dirijo a «Feminismo y segregación: nos hacemos falta»  tras la crisis sanitaria. ¿Quiénes tienen la cara contrahegemónica a la medicina tradicional en estos tiempos?

Feminismo y segregación: nos hacemos falta

posdata : TRAS EL COLAPSO

La posdata que estoy por escribir va a ser lo más inconclusa posible y va a estar llena de incertidumbres (en sintonía con los tiempos que estamos viviendo). 

Bien. Cabe aclarar que la nota fue escrita dos meses antes de una crisis sanitaria y creo que puede llegar a estar más vigente que nunca en algunos aspectos. Y en otros no tanto. Sigue existiendo una movida contrahegemónica que sostiene el poder que tenemos sobre nuestros cuerpos si uno así lo desea, a pesar de que hacer yoga, comer kale, meditar y salir a correr pareciera no ser un sello de inmunidad contra este virus (65000 personas menos entre nosotros sugeriría más bien lo contrario). Ahora, ésta movida anti medicina tradicional no está tan feminizada como solía estarlo antes. O al menos no es la cara visible en los medios masivos de comunicación. Ésta llamada a habitar en la periferia de la medicina no viene especificamente de un sector feminista. Y a partir de esto sugiero pensar dos cosas: 

  1. En la nota anterior hablamos de feminismo y segregación (pensando en la segregación como un retiro voluntario de las feminidades del sistema científico). E intuyo que lo que sentí en el pecho el 30 de diciembre, cuando se transformó en verdad el derecho por el que tanto estábamos velando es distinto. Creo que quienes venimos militando estos últimos años estamos un poco hartxs. Y con un montón de razones. Del 2015 para acá hubo muchísimo tiempo para teorizar e ir complejizando cada vez más nuestros reclamos y nuestras militancias diarias. Y la complejización y la compartimentalización de esos reclamos implican necesariamente una segmentación. Cuando llegué al Congreso el año pasado había algo de mi que ya no se sentía ahí. Que abrazó y festejó pero que sabía que ya no era lo mismo. Que había una heterogeneidad necesaria e insalvable. Por lo que ya no puedo ver un binomio feminismo científico-no científico. Sino un tejido mucho más laborioso de desarmar.
  2. Me llama muchísimo la atención que la conspiranoia y el llamado a alejarse de la medicina tradicional se haya masculinizado un poco más en estos tiempos. Evoquemos por un segundo aquella manifestación anti cuarentena en el obelisco. Hay una tendencia mundial anti restricciones (y por ende, muchas veces anticientífica), bandera que se cargó a la espalda, en varias ocasiones, el liberalismo. Un movimiento que tiene como cara visible a varones jóvenes con nichos expandidos en las redes. Con leer mi nota anterior se puede deducir que nunca voy a festejar una amplificación de un mensaje anticientífico en los medios, pero me parecería interesante pensar que la masificación en los medios masivos de comunicación de estos ideales comenzó con la masculinización de ésta voz. Porque el reclamo ya no es contra el patriarcado, y porque estas personas tienen una fertilidad mediática político-partidaria mucho más grande que las desigualdades estructurales de las personas gestantes.

Ahora: ¿Sigo en concordancia con mi nota anterior? Si. Pero jamás la habría escrito ahora. Me cuesta mucho plantarme sobre “el feminismo” cuando lejos estoy de verlo como una homogeneidad. Tampoco podría hablar de una segregación que hay que saldar cuando la sectorización de reclamos es urgente para su complejización. Las urgencias han cambiado de forma y aun con un derecho adquirido en la mochila nos hacemos falta. ¿Entre quienes? No lo sé. Perdí la noción de las manos que nos sostienen.


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