El amor por la política requiere pensar en lo político del amor, ambas cuestiones cargadas de una imparable pasión por el pueblo que de alguna manera busca reinventarse. Si pensamos en una mezcla de locuras, preguntas e impulsos, ¿será el amor o la política?
Cuando notamos que somos parte de algo mucho más grande. Cuando me sentí representado. Cuando notamos que hay une compañere al lado. Cuando me hizo conocer gente amorosa. Cuando lográs entender el amor como una herramienta necesaria. Cuando sentís las transformaciones. ¿A vos cuándo te atraviesa el amor hacia la política? Yo no puedo negar que lo siento especialmente a partir de la militancia y es desde ese lugar desde donde me pongo a pensar para indagar sobre el amor por la política, sobre un amor que mezcla locuras sentimentales de pasión y de compañerismo.
“Es un sentimiento, no puedo parar”, gritaban en los estadios hasta que se pudrió con el coronavirus y esa misma pasión, atravesada por tantas cuestiones distintas, muestra un sentimiento muchas veces inexplicable. O quizás una multiplicidad de sentimientos inexplicables. Y el amor es uno de ellos. Aunque también es el amor en sí mismo una multiplicidad de sentires, o por lo menos de formas de amar.
Para entender de qué estamos hablando: creo que es fundamental pensar el amor a lo colectivo, una forma, tal vez la máxima, de representación de esa locura por el compañerismo pero también por el pueblo. Probablemente sería bastante negador decir que ese amor por el pueblo es simplemente el amor hacia la política, en principio por considerar la existencia actual de muchas otras formas de intervención sobre la realidad popular que intentan actuar por fuera de la política tradicional y a veces incluso por fuera de lo colectivo. Sin embargo, definitivamente el amor por la política necesita estar guiado por un amor por el pueblo, aunque tampoco podría decirse que siempre lo está.
¿Qué fue primero? Hay quienes decidimos involucrarnos en espacios de militancia política y de ahí entra ese amor. O quizás alguien llega a la política por amor. ¿Pero ese amor por el que llega no era en el fondo por esa política? Y en realidad no siempre es una decisión. Hay algo del amor por la política que tiene que ver con creer en ella como una herramienta de transformación. Eso es algo a lo que apostamos y que en el fondo de alguna manera decidimos, a veces conscientemente, a veces no. La verdad que tampoco siempre que hay política hay amor ni voluntad de transformación, más bien elegimos hablar acá de la mitad llena del vaso, aunque tal vez ni sea una mitad, pero de esa parte estamos hablando.
Creo que es importante pensar si ese amor surge o está guiado siempre a partir de la admiración -a su vez amorosa- a un dirigente. ¿Cómo es esa forma de amor? ¿Cómo podemos pensar esa admiración? Creo que hay un profundo amor en el sentido de la representación que, a su vez, es una representación del amor. Cuánto aparece el amor de tantas formas distintas entre nuestras referencias políticas. ¿Cuántos decidieron fingir amor para conseguir su victoria? ¿Cuántos en cambio mostraron su amor más genuino para ganar? Y cuánto de todo eso refleja la idea del amor romántico más tradicional.
A “deconstruir el amor” convocan Darío Sztajnszrajber y Luciana Peker, y eso toca también por acá. Hablamos mucho, a veces demás y otras de menos, sobre el amor, probablemente por muchos motivos distintos, pero en principio muestra la cantidad de formas posibles de construirlo. Creo que pensar nuestro deseo de que esa diversidad sea realidad sintetiza muchas cosas y expresa también la exploración que implica pensar otra forma del amor, en realidad en plural: otras tantas formas. La singularidad queda en una forma tradicionalmente hegemónica que busca seguir imponiéndose como única, frente a la fuerza de su cuestionamiento. Esa exploración surge a partir de romper una normatividad clásica y creo que eso implica que no tenemos -¿por ahora?- una “receta de las no recetas”.
Podemos preguntarnos si la habrá pero eso no implica que estemos lejos de construir el amor y tantas cosas más de otra manera. Tampoco significa que tengamos todas las ideas claras. Y creo que bastante menos aún si hablamos de las formas de hacer política. Para pensar su transformación en principio creo que tenemos que partir de la idea del amor a le otre como parte del amor a lo colectivo para preguntarnos cómo expresamos el amor a les otres, cómo construimos el amor por el pueblo, qué es el amor por lo colectivo y qué implica amar a ese colectivo, ya sea uno que luche específicamente por sus derechos, el colectivo de tus compañeres o el pueblo en su conjunto.
Fundamentalmente cuando une repiensa cuestiones sobre la política es necesario tener presente el porqué, que se puede expresar en un proyecto, en causas, en deseos y refleja un amor a partir de algo. La política, no tanto la famosa “Política”, tiene un componente generacional muy fuerte y con muches compañeres siempre hablamos de cómo llevamos en nosotres ciertas marcas a fuego que expresan esas cuestiones generacionales; creo que une se marca en ese hecho que te golpea, en esa movilización que te interpela como nunca, en esa disputa que te abre un mundo nuevo, en esa movida que, si nos ponemos en modo romántico, te enamora. Muchas marcas a fuego, porqués y deseos, marcados en cada generación y a su vez diversos dentro de cada una, son lo que en el fondo impulsan a la política, a su militancia, a su discusión, a su organización, a moverse sin pausa, con todo lo que significa.
Ese último elemento, la organización política, es el encuentro de todas esas causas. Así como nace del amor, la política también aparece a través de la bronca y reunir muchas broncas es una tarea fundamental que refleja la importancia de una organización política que, a su vez, encienda una chispa de amor en medio de tanto enojo y tanta angustia.
Ese encuentro que posibilita la organización empuja muy fuerte, hasta se lo podría entender con una idea bien concreta después de tanta abstracción: anda como un motor que impulsa a veces como el de un auto 4×2 donde no giran todas las ruedas pero hay un empuje fuerte, tan necesario en estos tiempos, pero otras como el de una 4×4 con todas las ruedas girando con una fuerza imparable. Ese motor atraviesa un camino lleno de obstáculos que hoy especialmente pone una ultraderecha reorganizada frente a la cual no podemos negar que nos sirve reafirmarnos en que el amor vence al odio.
Creo que pensar el amor hacia la política implica desromantizar muchas cuestiones pero también contagiar amor volviéndonos a enamorar de una enorme potencia transformadora. En estos tiempos también el amor es una herramienta fundamental para pensar cómo son los giros de esas ruedas, para pensar los vínculos que disfrutamos, la política que construimos y las libertades que queremos, empezando por esa libertad verdadera de la que habla Cristina, para asumir responsabilidades históricas y desafíos generacionales desde un hacer amoroso de una política amorosa.
Lucas Grimson nos recomienda: Sinfonía para Ana (película).
Es un relato de un momento histórico distinto para pensar las militancias juveniles, sus recorridos y cómo juega el amor. No solo eran otras las formas más usuales de hacer política y de sentir el amor sino que directamente era completamente diferente y restringido lo que se podía hacer y sentir.
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